18.6.2019 PRIMER DÍA:
SORIA-CÓRDOBA-SEVILLA
El conjunto del Real Alcázar de Sevilla tiene su origen en la evolución que la antigua Hispalis romana, la Spali de tiempo de los godos, experimentó durante la Alta Edad Media, cuando la ciudad pasó a denominarse Ixbilia. Y más concretamente a comienzos del siglo X, en el momento en que el Califa de Córdoba Abderrahmán III an-Násir ordenó, en el 913, el levantamiento de un nuevo recinto de gobierno, la Dar al-Imara, en el flanco meridional de la ciudad, según los testimonios más fidelignos. Antes la sede del poder omeya de al-Andalus estuvo dentro del espacio de la ciudad bajo-imperial romana, no lejos de la mezquita aljama hispalense, localizada en la actual Colegiata del Salvador. El espacio de poder más característico de Sevilla se encontró ya ligado al puerto de la ciudad, la sede más relevante de su actividad económica. El antiguo puerto de la ciudad, en los terrenos de la actual Plaza del Triunfo, la Explanada de los Banu Jaldún se llamaba entonces, fue desplazándose en dirección oeste hasta el curso principal del Guadalquivir, mientras el brazo secundario que discurría desde la actual Alameda de Hércules, atravesando por la calle Tetuán hasta la Plaza Nueva, desaparecía como vía fluvial del espacio urbano. Menos en los momentos en que las crecidas le devolvían su espacio.
Al palacio de gobierno omeya del
siglo X se añadiría posteriormente el Alcázar Nuevo de los abbadíes, los
gobernantes de Sevilla y su entorno durante el siglo X. Este Palacio de
al-Mubarak, el Bendito, fue ya el centro de la vida oficial y literaria de la
ciudad, con los poetas, como el soberano al-Mutamid, que sentaron las bases de
otras actividades humanas, y sus leyendas que forman hoy parte de la
historia de Sevilla. Posteriormente los almorávides cerrarían el espacio de
gobierno extendiéndolo hasta el Guadalquivir. Los almohades, en el siglo XII,
completarían las obras de época árabe con otras edificaciones de las que
todavía nos quedan restos que constituyen una muestra única en el mundo. La
Casa de la Contratación por ejemplo.
La conquista castellana del
territorio en 1248-49 dotó al Real Alcázar de la condición que permanece
hasta nuestros días: sede de la Corona y ámbito del poder municipal de la
ciudad. Se levantaron entonces, sobre las bases anteriores, en una integración
histórica de culturas que forma parte de la misma esencia de Sevilla, palacios
como el Gótico, en el que Alfonso X plasma las concepciones del nuevo marco
cultural en el que se ha integrado la ciudad. El Palacio Mudéjar de Pedro I, a
mitad del siglo XIV, hace aparecer de nuevo antiguas concepciones mediterráneas
en versión árabe, cuando al-Andalus ya era una entidad dominada por la Corona
de Castilla.
Patio de las Doncellas |
A este marco arquitectónico
tienen que añadirse los elementos que dan vida al Real Alcázar de Sevilla en
cada momento: los nuevos usos de los espacios, los jardines, el agua que
aparece por todos los rincones, en una especie de compensación al Guadalquivir
al que se le fue quitando el espacio. Y los colectivos y personas que le dieron
vida a edificios y construcciones en cada momento y que poblaron el aire que todavía
sigue fluyendo desde la Puerta del León a la de la Alcoba, sobre el arroyo
Tagarete, oculto hoy en el paisaje que vio nacer el actual Real Alcázar hace
once siglos.
Patio de la Montería |
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